martes, 30 de junio de 2009

“Cada uno de nosotros fuimos creados para una infinita expansión de la mente y del corazón”

Existe una anécdota del gran pintor, escultor e inventor, Leonardo Da Vinci, acerca de su pintura "La última Cena".Cuentan que tardó 20 años en hacerla, debido a que era muy exigente al buscar a las personas que servirían de modelos.Tuvo problemas en iniciar la pintura porque no encontraba al modelo para representar a Jesús; quien debía reflejar en su rostro pureza, nobleza y los más bellos sentimientos.Así mismo debía poseer una extraordinaria belleza varonil.Por fin, encontró a un joven con esas características, y fue el primero que pintó.Después fue localizando a los 11 apóstoles, a quienes pintó juntos, dejando pendiente a Judas Iscariote; pues no daba con el modelo adecuado.Este, debía ser una persona de edad madura y mostrar en el rostro las huellas de la traición y la avaricia.Por lo que el cuadro quedó inconcluso por largo tiempo, hasta que le hablaron de un terrible criminal que habían apresado.Fue a verlo, y era exactamente el Judas que él quería para terminar su obra; por lo que solicitó al alcalde le permitiera al reo que posara para él.El alcalde, conociendo la fama del maestro Da Vinci, aceptó gustoso y llevaron al reo custodiado y encadenado, al estudio del pintor.Durante todo el tiempo que posó, el reo se mostró demasiado callado y distante.Al final, Da Vinci, satisfecho del resultado, llamó al reo y le mostró la obra.Cuando el reo la vio, quedó sumamente impresionado y cayó de rodillas, llorando.Da Vinci, extrañado, le preguntó el por qué de su actitud, a lo que el preso respondió:-"Maestro Da Vinci, ¿es que acaso no me recuerda?"Da Vinci observándolo fijamente le contesta:-"No, nunca antes lo había visto".Llorando y pidiendo perdón a Dios, el reo le dijo:-"Maestro, yo soy aquel joven que hace 19 años usted escogió para representar a Jesús en este mismo cuadro"

Si reflexionamos este relato, surgen dos cuestiones. Por un lado, cómo el mundo interno de cada uno de nosotros, no solo se refleja en nuestra dimensión física, en lo exterior; sino también cómo queda marcado en nuestro rostro. Cuando agudizamos nuestra mirada, podemos observar cómo se manifiestan los sentimientos en el rostro de las personas.
Por otro lado, más profundo, nos lleva a reflexionar que en cada uno de nosotros conviven estos dos aspectos. En nuestro interior habitan la pureza, la nobleza y los más bellos sentimientos como Jesús; y también, la avaricia, la envidia, la traición (incluso a uno mismo) y sentimientos negativos, como en Judas

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